Vida y destino de Vasili Grossman.
Galaxia Gütenberg, 2015.
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Grossman mezcla la astucia del periodista, la inteligencia del novelista y la sensibilidad del poeta, y claro…
Lo asombroso de esta novela, de la que llevo leída algo más de la mitad –no te incita a buscar el final, te invita a transcurrir, como cualquier buen río de las estepas rusas, con sus mansos y arrolladores deshielos-, lo asombroso digo, es que el guía, con la paciencia de un geólogo, sabe convencerte para que penetres en la grieta y observes -¡que mires, leches!- los estratos minerales en los que se sustenta esta corteza que pisamos, por buen nombre tierra.
El título de la obra, si lo comparamos con la longitud de los gentilicios rusos, no puede ser más conciso para nombrar el infinito. Dos sustantivos, que no admiten límites, copulando para crear, según los cánones de la tragedia griega, la red de variables que gobierna nuestra corta y miserable estancia en lo que llamamos vida. Tan desolador como la estepa nevada, tan emocionante como el fuego que te acoge y te calma.
Grossman es un eminente guía para esta enciclopedia del buen contar los malos tiempos de la guerra.
Vida y destino. Son mil cien páginas y pico. Ya me contaréis cuando la hayáis leído después de que me la haya leído yo.
(P.D. Os recuerdo que el plazo máximo de préstamo, con renovación, en esta biblioteca, que os presta todo lo que tiene, es de mes y medio)
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