La tertulia de este libro será mañana martes12 de noviembre a las 20 h.
en la Biblioteca Pilar Barnés
Auschwitz. Nueve letras que retumban en nuestra cabeza con el peso del horror. Una palabra, un lugar: Auschwitz. Hasta su sonoridad nos parece maligna, como si cada sílaba pronunciada encerrase una podredumbre que se atraganta en la garganta.
¿Pero qué significa realmente Auschwitz? Todos hemos visto esas fotos con el corazón encogido y la mirada herida, hemos estudiado la historia, se han hecho cientos de películas, documentales, entrevistas a los supervivientes, se han escrito libros y se han solemnizado los aniversarios. Quizás con todo ello el tópico ha ido poco a poco ocultando la descarnada naturaleza de los hechos. No lo sé. Personalmente, nunca hasta ahora he llegado a profundizar en la cotidianidad lúgubre y descabellada del holocausto, no he reflexionado suficientemente sobre ello hasta que he tenido la oportunidad de leer el estremecedor testimonio de Primo Levi.
‘Si esto es un hombre’ es el relato de los once meses que el autor pasó en el Lager de Monowitz-Auschwitz, un campo de trabajo que proporcionaba obreros esclavos para la industria química que los alemanes trataban de construir a las afueras de la localidad polaca de Auschwitz. Un libro terrible pero también aleccionador, que sobrecoge sobre todo por la austeridad con la que se describen los acontecimientos. Porque Levi renuncia expresamente a su condición de víctima y es entonces, desde la neutralidad del testigo, cuando la realidad se nos muestra en todo su alcance siniestro e ininteligible.
Centrar el relato en los sadismos personales, en las monstruosidades que tal o cual individuo llevó a cabo, sería tal vez caer en un error comprensible pero altamente pernicioso. Y es que por muy cómodo que nos pueda resultar el razonamiento, el nazismo no fue la obra de unos pocos locos. Es cierto que existieron monstruos y sádicos, pero al contrario de lo que el cine se empeña en contarnos, éstos fueron los menos; lo realmente terrible, lo ininteligible y lo que no debemos olvidar, es que la mayoría de los participantes habían sido previamente hombres normales y corrientes, padres de familia que al finalizar su trabajo volvían a sus casas con sus mujeres y sus hijos y continuaban con su vida como si nada excepcional estuviese ocurriendo. Yo no podría expresarlo con palabras mejores que las que el propio Levi eligió:
“Los personajes de estas páginas no son hombres. Su humanidad está sepultada, o ellos mismos la han sepultado, bajo la ofensa súbita o inflingida a los demás. Los SS malvados y estúpidos, los Kapos, los políticos, los criminales, los prominentes grandes y pequeños, hasta los Häftlinge indiferenciados y esclavos, todos los escalones de la demente jerarquía querida por los alemanes, están paradójicamente emparentados por una unitaria desolación interna.”
Así pues, en todo el relato apenas aparecen los temidos SS. La crueldad que se inflingen a sí mismo los internos, los privilegiados sobre los que no tienen privilegios, los prisioneros ‘arios’ sobre los judíos, los veteranos sobre los recién llegados, es ya más que suficiente. La ley del Lager dice que si puedes robarle el pan al vecino, se lo robas: es la lucha por la supervivencia en un sistema de castas. Los SS están muy por encima y apenas se dignan a mezclarse con los esclavos, sólo muy de vez en cuando entran en el campo para realizar las selecciones y decidir quién ha de morir y quién ha de vivir aún un poco más.
Pero no todo es austeridad en la declaración del testigo Levi. Por las grietas de los hechos se cuelan intermitencias poéticas, reflexiones en el filo del abismo, pequeños fogonazos de humanidad. Es entonces cuando el testimonio se convierte en obra literaria y el relato alcanza la hondura áspera que lo hace verdaderamente grande e imperecedero.
Se me han venido a la cabeza muchas cosas leyendo ‘Si esto es un hombre’. No es su dimensión literaria, que la tiene, lo que más llama la atención, pero así todo me he sorprendido más de una vez pensando en ‘La carretera’ de McCarthy y ‘Ensayo sobre la ceguera’ de Saramago. También en Kafka: todo ese universo del Lager, con su infinitud de reglas absurdas y su laberinto de burocracia ordenada y aterradora. Pero el grito, el horror, surge y se ahoga en la garganta cuando comprendemos que no se trata ni de una ficción apocalíptica ni tampoco de una fabulación kafkiana. Es la realidad pura, dura e incomprensible. Así trata de explicarla el propio Primo Levi:
“Quizás no se pueda comprender todo lo que sucedió, o no se deba comprender, porque comprender es casi justificar. Me explico: comprender una proposición o un comportamiento humano significa (incluso etimológicamente) contenerlo, contener al autor, ponerse en su lugar, identificarse con él[…]. Esto nos desorienta y a la vez nos consuela: porque quizás sea deseable que sus palabras (y también, por desgracia, sus obras) no lleguen nunca a resultarnos comprensibles.”