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miércoles, 18 de octubre de 2017

Ensayo sobre la ceguera de José Saramago

La tertulia de este libro ha sido esta mañana

el 18 de octubre a las 10,30 horas en la Biblioteca Pilar Barnés


Una ciudad se queda paralizada: una plaga de ceguera afecta a toda la población. No son ciegos, "están ciegos". José Saramago (Azinhaga, Santarém, Portugal, 1922-Tías, Lanzarote, 2010) construye a partir de ahí una de sus más brillantes, e inquietantes, metáforas. 

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Dice Pilar del Río, la presidenta de la Fundación Saramago, viuda y traductora del Nobel, que muchos de los libros de su marido "habría que leerlos en voz alta". Y sin duda hay que hacer eso también con Ensayo sobre la ceguera. Saramago se sitúa ante un hecho conmovedor e inesperado: en una determinada comunidad se produce una epidemia de ceguera que afecta a toda la población. Es una plaga contagiosa que de pronto paraliza el ánimo y de inmediato todas las arterias de la ciudad, que se queda en blanco. 

Como algunos de los libros principales de Saramago, este es, como dice Pilar del Río, "un descenso a los infiernos"; la circunstancia es kafkiana, y de Kafka es Saramago heredero directo, pero tiene una virtud principal el autor portugués, y la subraya Pilar del Río: "Su modernidad literaria consiste en su capacidad de indagación, que le lleva, en efecto, a bajar a los infiernos, pero resuelve, con su estilo, con su voz, las situaciones más complejas". 

El estilo, la voz, es el ritmo, que en este libro alcanza la perfecta compenetración entre el grito en que consiste y la musicalidad con que se dice. Saramago, explica Pilar del Río, que fue traductora de buena parte de los últimos libros de su marido, resuelve esas situaciones con la musicalidad de su escritura, que contagia al lector, quizá, del propio ámbito en el que se desarrollaba el trabajo del artista. 

José escribía en un espacio silencioso en el que de vez en cuando sobresalía la música clásica, especialmente la ópera, que dominaba el ambiente. Y dice Pilar del Río: "Él decía que escribir, para él, era como componer música, pausa corta, pausa larga, contrapunto... Y luego el lector lee como si fuera una partitura, le pone voz, entona...". A los lectores que tenían dificultad para seguir ese ritmo que imponía la propia escritura, Saramago "les aconsejaba que leyeran en voz alta". 

Ensayo sobre la ceguera podría leerse así, sin duda alguna, o, como decía su biógrafo y amigo, el poeta y crítico Fernando Gómez Aguilera, esta novela en concreto, Ensayo sobre la ceguera, "habría que leerla después de ver los noticieros de la televisión", pues es una indagación en el ser humano envuelto en la ceguera del mundo contemporáneo, "es una gran metáfora visionaria sobre la irracionalidad humana contemporánea, propia de un agitador de conciencias". Así que lo que cuenta no es surreal, exactamente, "la surrealidad es la que estamos viviendo". La lectura de Ensayo sobre la ceguera es un reto, pues, pero es también una insólita aventura de la mente de un hombre que hizo de la calidad de sus metáforas un compromiso literario y civil también. 

Saramago no escribía para complacer, ni para complacerse, pero alcanzó cotas de excelencia narrativa que ahora, pasado el tiempo, se perciben como la firma mayor de una literatura que profetizó el malestar contemporáneo. Ensayo sobre la ceguera es una novela política, que muestra la perplejidad de los que no habían percibido la plaga que les estaba sobreviniendo, igual que Ensayo sobre la lucidez, que aparecería más tarde, es una explicación narrativa de la vacuidad de la política cuando no tiene en cuenta los problemas reales del hombre.

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