Clubes de lectura



Red Municipal de Bibliotecas de Lorca 
Clubes de Lectura para adultos 
Fechas de tertulias durante los meses de octubre a diciembre 2019 

Si estás interesado en ser uno de los participantes de nuestros clubes
solo tienes que seguir este ENLACE.


CLUB DE LECTURA DEL MARTES 

Lugar y hora de quedada: Biblioteca Pilar Barnés, 20 h. 
Fechas de tertulias y lecturas: 


  • 15 de octubre, Si esto es un hombre. 
  • 12 de noviembre, La bello y lo triste. 
  • 10 de diciembre, La carne. 

CLUB DE LECTURA DEL MIÉRCOLES 

Lugar y hora de quedada: Biblioteca Pilar Barnés, 11 h. 
Fechas de tertulias y lecturas: 


  • 16 de octubre, La carne. 
  • 13 de noviembre, Si esto es un hombre. 
  • 11 de diciembre, Lo bello y lo triste. 

CLUB DE LECTURA DEL JUEVES 

Lugar y hora de quedada: Biblioteca Pilar Barnés, 19.30 h. 
Fechas de tertulias y lecturas: 


  • 17 de octubre, Lo bello y lo triste. 
  • 14 de noviembre, La carne. 
  • 12 de diciembre, Si esto es un hombre. 

CONOCIENDO LOS LIBROS

La carne de Rosa Montero 


La carne la protagoniza Soledad Alegre, una mujer que entra en la sesentena. Licenciada en Historia del Arte y comisaria de exposiciones, en estos momentos está preparando una para la Biblioteca Nacional de Madrid -aparece por las páginas de la novela su directora real, Ana Santos-, sobre el nexo entre el arte y la locura, que versará en torno a escritores malditos. Goza de prestigio y éxito en su trabajo -aunque no dejan de cernirse amenazas-, pero su vida personal no atraviesa precisamente por su mejor etapa. Desde siempre, Soledad había elegido un tipo de relación amorosa: “Nunca había vivido con nadie. Cuando quiso no pudo y luego no quiso. Había tenido, eso sí, muchos amantes. Mejor lejos. Mejor controlados. Que la pasión ardiera como un cortafuegos alrededor. Ella era de enamoramiento fácil. Más bien instantáneo. Incluso fulminante. Necesitaba estar enamorada. Amaba el amor, como decía San Agustín. Era una adicta a la pasión”. Un tipo de relación que impone sus riesgos e hipotecas, sobre todo con el paso del tiempo. A Soledad acaba de abandonarla su último amante, Mario, que decide dedicarse por entero a su joven, y embarazada, esposa. Este hecho le produce una tremenda inquietud, un horrible desasosiego y un incontrolable deseo de venganza cifrado en darle celos. 

Con este propósito, Soledad busca ansiosamente en internet páginas de contactos donde se ofrezcan escorts, gigolós, prostitutos para mujeres. Y recala en ParaComplacerALaMujer.com, donde hay mucho para elegir, aunque, eso sí, con un alto precio: “El servicio mínimo, dos horas, costaba trescientos euros, hotel incluido. Las mujeres perdiendo, como siempre, rumió Soledad: los putos eran más caros que las putas”. Quiere hallar un acompañante para la ópera, en principio solo para eso, y que la vea con él su examante, y piense que es su nuevo y flamante novio. Finalmente, contrata a Adam Gelman, un atractivo ruso de poco más de treinta años. Con Adam acude a la representación de Tristán e Isolda, no sin cierto sentido de culpa, aunque no por el hecho en sí, sino por el gasto que suponía, y que desembolsaba alegremente cuando mucha gente estaba pasándolo muy mal. Como su vecina, Ana, periodista sin trabajo tras el cierre de la revista en donde colaboraba, y con un hijo pequeño, a la que van a cortar la luz por falta de pago. 

La realidad de la crisis se introduce así en La carne, incluso en su coprotagonista, el gigoló ruso, emigrante que se encuentra en la necesidad de llevar a cabo ese “trabajo”, pues con otros no puede ni sobrevivir malamente. En la función operística, su examante la ve con Adam y toma buena nota de ello con lo que el objetivo inicial queda cumplido. Pero, por supuesto, la historia no termina ahí. Muy al contrario, comienza, arrastrándonos a la relación entre Soledad y Adam que desemboca en un final sorpresivo. 

Más allá de lo llamativo del argumento y del morbo que pueda contener, Rosa Montero nos regala una más que lograda novela, en la que nada es casual, ni el oxímoron que encierra el nombre de su protagonista -Soledad Alegre-, ni la elección de la ópera a la que asiste con Adam -Tristán e Isolda-, ni la exposición que prepara -Arte y locura-, ni siquiera el nombre de su vecina periodista, Ana. Una novela que presenta un excelente desarrollo y una perfecta dosificación de la intriga emocional que la sustenta que te engancha hasta llegar a su desenlace. 

Y, junto a ello, encontramos una reflexión sobre asuntos capitales, algunos muy queridos por Rosa Montero, como el inclemente transcurrir del tiempo que conduce irremisiblemente a la vejez -donde se intenta “combatir el deterioro” con gran cantidad de “trucos, potingues ortopedias”-, y a la muerte, o la necesidad, y tiranía, del amor, el sexo y la comunicación. Asimismo, en Soledad Alegre dibuja con habilidad un personaje que tiene mucho de superviviente. Porque, cierto es, “sólo se muere de amor en las malditas óperas”, y nunca es tarde para sentir el “obcecado empuje de la vida”. 


Fuente: elimparcial

Lo bello y lo triste de Yasunari Kawabata 


Yasunari Kawabata nació en Osaka el 14 de junio de 1899. Escritor-novelista, fue el primer japonés en ganar el premio Nobel de Literatura en 1968 por su "pericia narrativa, capaz de expresar la idiosincrasia japonesa con enorme sensibilidad". 

Su vida comienza con la fatalidad, a los dieciocho meses muere su padre, al año, su madre, a los seis, su nodriza, a los diez, su hermana y a los catorce, su abuelo. Y termina en fatalidad, el 16 de Abril de 1972 se suicida abriendo todas las llaves de gas. No dejó nota ni ninguna explicación, detalle que conmocionó a la sociedad de aquella época. 

De joven, formó parte de un grupo literario conocido como neosensualistas que defendían una literatura que daba más importancia a la poesía y al lirismo que al realismo social. En toda su obra se puede apreciar su maestría para dotar a sus textos de una gran capacidad sensitiva, reflejar la conducta humana y los sentimientos y subrayar la estética japonesa como fondo en todas sus obras. Desde la ceremonia del Té en Mil Grullas, el tradicional juego Go en El Maestro de Go, las campanadas de Año Nuevo de los templos tradicionales en Lo Bello y Lo triste o las Geishas en País de Nieve son la excusa para tocar temas tan trascendentales como el amor, la tristeza, la soledad, el paso del tiempo, la homosexualidad y la belleza. 


Sus obras siguen siendo hoy en día muy actuales. Como dijo una vez su discípulo Yukio Mishima: 

“Las obras de Kawabata unen la delicadeza con el vigor, la elegancia con la conciencia de lo más bajo de la naturaleza humana; su claridad encierra una insondable nobleza. Son modernas aunque directamente inspiradas en la filosofía solitaria de los monjes del Japón medieval” 

Con Lo bello y lo triste, Kawabata te da una de cal y otra de arena. Se puede apreciar durante todo el libro la serenidad del mundo que rodea a los personajes. La nostalgia y melancolía se une con las descripciones lentas y delicadas de la naturaleza que durante todo el libro te acompañan y hacen que te den ganas de viajar a Japón para ver una puesta de sol. Pero si algo hay que destacar del libro es la sensualidad. Cada diálogo entre personajes se puede percibir la tensión sexual y sensual que ejercen uno en el otro. Toda esta sensualidad se incrementa cuando Keiko, la discípula de Otoko, decide vengar e infringir el mismo dolor que sufrió su maestra a manos de Oki. Keiko es un personaje que barre toda la calma que hay en los demás con sus diálogos inquietantes y llenos de celos. Manipula a quién haga falta para conseguir vengar a su amada Otoko y no sabes si su manera de actuar es debida a su juventud impetuosa o simplemente es que está loca. Su personalidad es uno de los atractivos de la novela. 

Con un maravilloso viaje a Kioto para oír las campanadas de Año Nuevo comienza este baile de seducción, celos y engaño tan bellamente escrito. Una vez que te sumerges en la historia, no puedes parar de leer, necesitas conocer el desenlace, por supuesto, dramático como buena obra japonesa. 

Fuente: ucm

Si esto es un hombre de Primo Levi 


Auschwitz. Nueve letras que retumban en nuestra cabeza con el peso del horror. Una palabra, un lugar: Auschwitz. Hasta su sonoridad nos parece maligna, como si cada sílaba pronunciada encerrase una podredumbre que se atraganta en la garganta. 

¿Pero qué significa realmente Auschwitz? Todos hemos visto esas fotos con el corazón encogido y la mirada herida, hemos estudiado la historia, se han hecho cientos de películas, documentales, entrevistas a los supervivientes, se han escrito libros y se han solemnizado los aniversarios. Quizás con todo ello el tópico ha ido poco a poco ocultando la descarnada naturaleza de los hechos. No lo sé. Personalmente, nunca hasta ahora he llegado a profundizar en la cotidianidad lúgubre y descabellada del holocausto, no he reflexionado suficientemente sobre ello hasta que he tenido la oportunidad de leer el estremecedor testimonio de Primo Levi. 

‘Si esto es un hombre’ es el relato de los once meses que el autor pasó en el Lager de Monowitz-Auschwitz, un campo de trabajo que proporcionaba obreros esclavos para la industria química que los alemanes trataban de construir a las afueras de la localidad polaca de Auschwitz. Un libro terrible pero también aleccionador, que sobrecoge sobre todo por la austeridad con la que se describen los acontecimientos. Porque Levi renuncia expresamente a su condición de víctima y es entonces, desde la neutralidad del testigo, cuando la realidad se nos muestra en todo su alcance siniestro e ininteligible. 

Centrar el relato en los sadismos personales, en las monstruosidades que tal o cual individuo llevó a cabo, sería tal vez caer en un error comprensible pero altamente pernicioso. Y es que por muy cómodo que nos pueda resultar el razonamiento, el nazismo no fue la obra de unos pocos locos. Es cierto que existieron monstruos y sádicos, pero al contrario de lo que el cine se empeña en contarnos, éstos fueron los menos; lo realmente terrible, lo ininteligible y lo que no debemos olvidar, es que la mayoría de los participantes habían sido previamente hombres normales y corrientes, padres de familia que al finalizar su trabajo volvían a sus casas con sus mujeres y sus hijos y continuaban con su vida como si nada excepcional estuviese ocurriendo. Yo no podría expresarlo con palabras mejores que las que el propio Levi eligió: 

“Los personajes de estas páginas no son hombres. Su humanidad está sepultada, o ellos mismos la han sepultado, bajo la ofensa súbita o inflingida a los demás. Los SS malvados y estúpidos, los Kapos, los políticos, los criminales, los prominentes grandes y pequeños, hasta los Häftlinge indiferenciados y esclavos, todos los escalones de la demente jerarquía querida por los alemanes, están paradójicamente emparentados por una unitaria desolación interna.” 

Así pues, en todo el relato apenas aparecen los temidos SS. La crueldad que se inflingen a sí mismo los internos, los privilegiados sobre los que no tienen privilegios, los prisioneros ‘arios’ sobre los judíos, los veteranos sobre los recién llegados, es ya más que suficiente. La ley del Lager dice que si puedes robarle el pan al vecino, se lo robas: es la lucha por la supervivencia en un sistema de castas. Los SS están muy por encima y apenas se dignan a mezclarse con los esclavos, sólo muy de vez en cuando entran en el campo para realizar las selecciones y decidir quién ha de morir y quién ha de vivir aún un poco más. 

Pero no todo es austeridad en la declaración del testigo Levi. Por las grietas de los hechos se cuelan intermitencias poéticas, reflexiones en el filo del abismo, pequeños fogonazos de humanidad. Es entonces cuando el testimonio se convierte en obra literaria y el relato alcanza la hondura áspera que lo hace verdaderamente grande e imperecedero. 

Se me han venido a la cabeza muchas cosas leyendo ‘Si esto es un hombre’. No es su dimensión literaria, que la tiene, lo que más llama la atención, pero así todo me he sorprendido más de una vez pensando en ‘La carretera’ de McCarthy y ‘Ensayo sobre la ceguera’ de Saramago. También en Kafka: todo ese universo del Lager, con su infinitud de reglas absurdas y su laberinto de burocracia ordenada y aterradora. Pero el grito, el horror, surge y se ahoga en la garganta cuando comprendemos que no se trata ni de una ficción apocalíptica ni tampoco de una fabulación kafkiana. Es la realidad pura, dura e incomprensible. Así trata de explicarla el propio Primo Levi: 

“Quizás no se pueda comprender todo lo que sucedió, o no se deba comprender, porque comprender es casi justificar. Me explico: comprender una proposición o un comportamiento humano significa (incluso etimológicamente) contenerlo, contener al autor, ponerse en su lugar, identificarse con él[…]. Esto nos desorienta y a la vez nos consuela: porque quizás sea deseable que sus palabras (y también, por desgracia, sus obras) no lleguen nunca a resultarnos comprensibles.” 



0 comentarios:

Publicar un comentario

Dejanos tu comentario.