Paquito tenía casi tres añitos y una curiosidad más grande que él mismo. Aunque todavía no sabía leer del todo, le encantaban los libros, las revistas y cualquier cosa con letras. Su mamá solía llevarlo a la biblioteca infantil, pero aquel día, en un descuido, Paquito se escapó corriendo hacia la sala de adultos de la Biblioteca Pilar Barnés.
Los adultos, absortos en sus libros y periódicos, no se dieron cuenta de la pequeña figura que avanzaba con pasos decididos. Paquito, con sus modernos jeans y zapatitos de velcro, trepó con esfuerzo a una enorme mesa y agarró el periódico más grande que encontró. Lo desplegó con dificultad, quedando casi envuelto en sus páginas.
Los lectores cercanos empezaron a notar la escena cuando Paquito, con el ceño fruncido y tono serio, señaló una foto de un político y murmuró:
—Mmm… este señor tiene cara de no querer compartir los juguetes ¡se parece a mi abuelo!.
Un señor de bigote escondió su risa tras el periódico, mientras una bibliotecaria intentaba acercarse sin asustarlo. Pero Paquito, imperturbable, pasó la página y siguió con su análisis.
—¡Oh, un gato atrapado en un árbol! —exclamó—. Yo lo rescataría con mi capa de superhéroe.
La bibliotecaria no pudo evitar sonreír y se sentó a su lado.
—¿Te gustan las noticias? —preguntó con ternura.
Paquito asintió muy serio.
—Sí, pero no entiendo por qué siempre ponen fotos de gente con cara de regaño.
Toda la sala soltó una carcajada contenida. Su mamá llegó corriendo, con cara de disculpa, pero la bibliotecaria le hizo un gesto tranquilizador.
—Creo que tenemos al periodista más joven de la biblioteca.
Paquito dobló el periódico (o al menos lo intentó) y lo empujó hacia la bibliotecaria.
—Yo mejor leo cuentos… Las noticias tienen pocas aventuras.
Desde aquel día, cada vez que Paquito visitaba la biblioteca, le dejaban un periódico en la sección infantil, "por si el pequeño reportero quería investigar el mundo".
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