Fragua de Vulcano, de Velázquez

Hefesto: Fragua de Vulcano, de Velázquez

Hefesto / Vulcano

Respuesta de Hera al brote de Atenea
fue este engendro, divino, cojo y feo;
botado del Olimpo, halló su empleo
en las fraguas de Lemnos. Martillea

noche y día, fusiona, clavetea,
se dispara vivaz chisporroteo,
y surgen la coraza, y el trofeo, 
el trono, el yelmo, que el sudor moldea.

¿Cómo pudo en sus brazos Afrodita
abandonar la suave, la exquisita
perfección de su piel sin darse al vómito? 

Ares la rescató de tal bajeza,
y se forjó la unión de la belleza
a la altivez del corazón indómito.

Los Angeles, 23 de noviembre de 2007.
Soneto Nº 1769 de FAH (Francisco Álvarez Hidalgo)


LEYENDA

En la mitología griega, Hefesto es el dios del fuego y la forja, así como de los herreros, los artesanos, los escultores, los metales y la metalurgia. Era adorado en todos los centros industriales y manufactureros de Grecia, especialmente en Atenas. Su equivalente aproximado en la mitología romana era Vulcano.

Hefesto, cuadro de Rubens
En el arte, se le representa cojo, sudoroso, con la barba desaliñada y el pecho descubierto, inclinado sobre su yunque, siempre trabajando en su fragua. La apariencia física de Hefesto indica arsenicosis, es decir, envenenamiento crónico por arsénico que provoca cojera y cáncer de piel. El arsénico se añadía al bronce para endurecerlo y la mayoría de los herreros de la Edad de Bronce habrían padecido esta enfermedad.

Nacimiento

Hefesto era hijo de Hera, con o sin la cooperación de Zeus. En la Teogonía de Hesíodo, Hera lo engendró sola, celosa porque Zeus había dado a luz a Atenea, que había brotado de su cabeza. En la versión de La Ilíada,  Homero afirma que Zeus fue padre de Hefesto.

Caída y regreso al Olimpo

Hera, mortificada por haber parido tan grotesca descendencia, no tardó en arrojarlo del Olimpo. Hefesto cayó durante nueve días y noches hasta el mar, donde como él mismo cuenta en La Ilíada (xviii.395) dos diosas del mar, la nereida Tetis (madre de Aquiles) y la oceánide Eurínome, lo recogieron y lo cuidaron en la isla de Lemnos, donde creció hasta convertirse en un maestro artesano.


Hefesto y Afrodita


En el panteón olímpico, Hefesto estaba formalmente emparejado con Afrodita, a quien nadie podía poseer. Hefesto estaba contentísimo de haberse casado con la diosa de la belleza y forjó para ella hermosa joyería, incluyendo un cinturón que la hacía incluso más irresistible para los hombres.

Sin embargo, Afrodita se entregaba en secreto a Ares, el dios de la guerra, según se narra en La Odisea. Cuando Hefesto tuvo noticia de estos amores por Helios, el sol, que todo lo ve, tejió una red de plata irrompible casi invisible con la que atrapó en la cama a los amantes en uno de sus encuentros. Hesíodo cuenta que el suceso fue motivo de gran algarabía en el Olimpo, pues Hefesto llamó a todos los demás dioses olímpicos para burlarse de ellos

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